Esta historia que estoy a punto de escribir, me sucedió a mi hace muy poquito… por eso es que la voy a contar en primera persona…
El 21 de septiembre del año pasado, día en que en Argentina se festeja la llegada de la primavera recibí uno de los regalos más maravillosos que puedan darme… recibí una bocanada de aire, porque me estaba ahogando… Un poco de aliento para seguir adelante con mi vida….
Desde que yo era chiquita, mi papa tenía la costumbre, todos los días de la primavera, de traernos flores a mi mamá, a mi abuela, a mi hermana y a mi… Las flores que nos traía dependía de su presupuesto… si las cosas estaban bien, nos regalaba rosas, sus preferidas… rojas, a mama, rosas, a la abuela y amarillas, a mi hermana y a mi… La llegada de la primavera era para él y para nosotras uno de los días más lindos del año… para él, porque nos traía, orgulloso, su regalo (y no había nada que le gustara más que regalar flores…) y para nosotras porque sabíamos que papá había estado pensándonos todo el día…
Si las cosas económicamente no andaban bien, las flores eran más sencillas, pero el valor sentimental del regalo era el mismo…
No me puedo quejar, mi marido es también súper atento, y en los diez años que llevamos juntos, nunca me faltaron flores para el día de la primavera….
Salvo este año….
Este año papá ya no está… y mi marido, desbordado de trabajo, no tuvo tiempo de comprar flores… Fue mi primer día de la primavera sin flores… Cuando mi esposo llego a casa con las manos vacías, se me vino el mundo abajo… no por la falta de un regalo… sino porque ese día, que tanto me recordaba a mi padre, sentía que nadie se había acordado de mí… Llore profundamente por un laaaargo rato, extrañando las primaveras pasadas, las flores que no llegaron, pero sobre todo, extrañando a mi papá…
Mi marido, para intentar calmarme, me propuso salir a caminar y ver si podíamos conseguir algún lugar abierto para comprar un ramo, aunque ya era un poco tarde…. Nosotros no solemos salir a caminar… pero yo esa noche necesitaba un poco de aire porque me estaba ahogando en mi propia tristeza…
Caminamos con la perra como diez cuadras camino a la casa de mi mamá… al llegar a una esquina bastante transitada, nos encontramos con una señora que tenia los últimos ramitos de flores para vender… cuando preguntamos el precio de las rosas, estaban carísimas, entonces decidí en lugar de comprarme una rosa comprar tres ramitos más baratos… uno para mamá, otro para mi hermana y otro para mi… porque resulta que esta primavera, también falta mi abuela….
Al pagar, la señora nos dio las gracias, y una bendición….
Seguimos caminando unas cuadras más para llevarles a mi familia, las flores de regalo…
Cuando voy a separar los ramitos para repartirlos… encuentro en el medio de los paquetes, toda apretadita, una rosa amarilla con unas manchitas rojas…. envuelta en papel celofán… y con un moñito rojo… lista para regalar!!!!
Al verla no pude contener mis lagrimas, pero esta vez eran de felicidad, porque sentí que mi papá se había acordado de mí… y me mandó, como todos los años, mi rosa amarilla…
La lleve a la casa de mi mamá, la pusimos ahí en un florerito, así pudimos sentir que las tres teníamos nuestra rosa de papá… De alguna manera mi viejo se las ingenio para hacernos saber que sigue pensándonos…
… Puede ser que, simplemente, se equivoco la florista y sin darse cuenta, nos dio una flor demás… pero yo prefiero pensar que fue un regalito de mi papá….
Hoy vi la película de Woody Allen… y me quede con una frase maravillosa….
“ A veces, las ilusiones curan más que los remedios…”
1 comentarios:
Me gustó mucho la historia que nos compartiste, a mi también me pasó algo extraño, no tan bonito como lo tuyo, pero me hizo pensar en el destino y todas esas cosas impregnadas de magia (lo que algunos llaman coincidencia). Hoy vi la peli y es muy cierto "a veces las ilusiones curan más que los remedios"... Saluditos.
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