La terrible sinceridad


Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo
mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al individuo que la
practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es
la sinceridad.
Ser sincero con todos , y más todavía consigo mismo, aunque se perjudique.
Aunque se rompa el alma contra el obstáculo. Aunque se quede sólo, aislado
y sangrando. Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no pero sí
lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida, cuyas
apariencias nos marean y engañan de continuo.
No mire lo que hacen los demás. No se le importe un pepino de lo que opine
el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y
el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted
y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces. Fuerte a pesar
de todos y contra todos. No importe que la pena lo haga dar de cabeza
contra la pared. Interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo
siguiente:
-¿Soy sincero conmigo mismo?
Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con
confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se
va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige
nuestra existencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo. La vida,
providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo,
un clavo donde se engancharán sus ropas, y ... usted se salvará.
Me dirá usted: "¿Y si los otros no comprenden que soy sincero?" ¡Qué se le
importa a usted de los otros! La tierra y la vida tienen tantos caminos
con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan
sus ojos. Aunque se suba a una montaña, no verá un centímetro más lejos de
lo que le permita su vista. Pero, escúcheme bien: el día que los que lo
rodean se den cuenta de que usted va por un camino no trillado, pero que
marcha guiado por la sinceridad, ese día lo mirarán con asombro, luego con
curiosidad. Y ese día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les
demuestre cuántos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus
esclavos espiritualmente, créalo.
Me dirá usted: "¿Y si me equivoco?". No tiene importancia. Uno se equivoca
cuando tiene que equivocarse. Ni un minuto antes ni un minuto después.
¿Por qué? Porque así lo ha dispuesta la vida, que es esa fuerza
misteriosa. Si usted se ha equivocado sinceramente, lo perdonarán. O no lo
perdonarán. Interesa poco. Usted sigue su camino. Contra viento y marea.
Contra todos, si es necesario ir contra todos. Y créame llegará un momento
en que usted se sentirá más fuerte, que la vida y la muerte se convertirán
en dos juguetes entre sus manos.
Roberto Arlt.

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